
La vida te da sorpresas, de las buenas y de las malas. Como todo ser humano, nos gusta hacer planes y ponernos metas, pero no siempre las cosas salen como esperamos; y es normal que lleguen esos sentimientos de fracaso, porque de cierto cuando nos embarcamos en trabajar por nuestros sueños casi nunca esperamos que las cosas no se den. Pero así es la vida. Hay quienes dejan de intentar porque no quieren fracasar, pero al prevenirse de intentar también están evitando triunfar.
Por eso escribo el día de hoy acerca del fracaso, porque hay que aprender que el fracaso es normal. Todos en la vida hemos pasado por ahí, y el que no lo ha hecho es porque quizás vive encerrado con miedo, pero no lo juzgo, pues cada quien decide como vivir su vida.
La RAE define fracasar como:
1. No tener algo el resultado deseado o previsto. El plan ha fracasado. El negocio fracasó.
2. intr. No conseguir alguien el resultado deseado o previsto en algo. Ha fracasado en su intento. Fracasó como arquitecto. Intenta reconciliar a sus amigos, pero está fracasando.
Me gusta esta definición porque está claro que en ningún momento se define el fracaso como la incapacidad de alcanzar logros y tampoco dice algo como “si el fracaso ocurre es una señal de que deje de intentarlo”. Si me preguntaran a mí una definición de fracaso, diría que es algo como “el descarte de una opción, pero existe un mar de opciones” o “el aprendizaje de saber qué hacer y qué no hacer en ciertas situaciones”.
Para mí el fracaso es una cuestión de perspectiva. Es quizás acercarse más a la meta o descubrir nuevas metas, nuevos valores, nuevos talentos. Es resiliencia porque no todos toman la decisión de levantarse e intentarlo de nuevo, pero quienes lo hacen, en el momento que triunfan, contarán como el camino de “fracasos” valió la pena.
El fracaso es descubrir si esa meta es algo que en realidad quiero conseguir, aunque en alguna oportunidad específica no se hayan dado las cosas. Si este logro es algo que quiero de verdad, se que estaré dispuesta a fracasar las veces que sea necesario hasta que triunfe.
El fracaso también nos invita a reflexionar si lo que estamos intentando alcanzar es algo que nosotros queremos o que ha sido impuesto ya sea por nuestra familia, por nuestra cultura o por el que dirán. Nos invita a reconocer nuestros valores y a reorganizar nuestras prioridades.
A aquel empresario que montó su negocio, pero lo cerró porque entendió que su prioridad era pasar tiempo con su familia, mis respetos. A aquel inmigrante, que después de muchos años de luchas para quedarse en una tierra, que ya está pronto a conseguir su residencia y, que decide volver porque prefiere estar más cerca de su familia, mis respetos. Porque es más valiente quien se atreve a dejar ciertas metas porque abre los ojos y redescubre sus prioridades, que aquel que decide ignorar su sentir real y seguir luchando (que ojo, también es respetable y admirable).
Así que si eres uno de los de esta última lista, recuerda que no fracasaste. Decidiste no vulnerarte, no pasar por encima de tus valores, por mostrar ante los ojos de los demas que no fracasaste. Te admiro. Eres un valiente.
Recuerda, el fracaso no es fracaso. Es aprendizaje. Es cuestión de perspectiva.
